Sunday, June 10, 2007

La obra de un ilustrador, por lo general, suele estar orientada a satisfacer necesidades tan diversas como diversa sea su capacidad de adaptarse a las muy variopintas posibilidades que suelen presentársele, lo cual suena bastante lógico, como lo es también que, a pesar de ello, siempre habrá una que otra en la cual se sienta más cómodo.

A mí, por un lado, me gusta ilustrar para productos relacionados con entretenimiento, en especial si mi público son niños o adolescentes. Por otro lado, me resultan sumamente atractivas las oportunidades en que debo ilustrar obras educativas, puesto que no sólo tienen, por lo general, características de los primeros sino que se caracterizan también por implicar una serie de particularidades que las hacen especialmente interesantes y, sobre todo, importantes, pues el rol de la ilustración en los textos educativos para niños no es algo que se deba tomar a la ligera o dejar para un segundo plano.

Al estudiar la respuesta de niños y jóvenes respecto a las ilustraciones, se ha podido observar que el aprendizaje de determinados conceptos por medio de representaciones gráficas llega a ser más importante que la información entregada por los textos. Prueba de ello es la singular capacidad de los niños sordomudos para desarrollar formas de comunicación estrictamente visuales.

No es casualidad que, desde 1850 hasta la actualidad, la superficie dedicada a la ilustración en las obras educativas haya aumentado nada menos que en un mil por ciento. Hemos llegado a un punto donde no es extraño encontrar publicaciones completamente dibujadas, en las cuales, cuando mucho, el texto está reservado a pequeñas leyendas de relevo. Aún así, con frecuencia el grafismo funcional resulta opacado por la percepción popular. Las personas sobrevaloran la importancia del texto y rara vez se evalúa un texto escolar a partir de su riqueza gráfica.

Pero no se vuelvan locos, queridos colegas. No es que sea apropiado llenar de dibujos todo libro que llegue a nuestras manos, pues al momento de abordar proyectos educativos que requieran ilustraciones es importante considerar que la cantidad y el tipo de ilustración deben estar necesariamente supeditadas a los intereses de la publicación, reconociendo el papel de ésta como elemento comunicacional. Es más, un buen ilustrador no puede ignorar su responsabilidad de considerar los diversos factores que intervienen en la percepción y la comprensión de la información contenida en las ilustraciones:

En primer lugar encontramos factores exógenos, es decir, el medio cultural en general, incluyendo la familia, la sociedad y la escuela. En segundo lugar, encontramos los factores endógenos, donde encontramos las características psicogenéticas del individuo, su inteligencia, sus emociones y su maduración intelectual.

No es que esté mal, pero es bueno considerar que la vieja práctica de poner ilustraciones acompañando a un texto, relacionándolas con él y en cuya ausencia serían sólo monos incomprensibles, es una solución bastante simple y, a mi juicio personal, no es el trabajo de un ilustrador que se ve así mismo como un comunicador visual. El rol de la ilustración en los textos educativos debe apuntar a mucho más que servir como un mero adorno, debe hacerse capaz de entregar sentido por sí misma, ser mensaje, entregar contenido. A mi parecer, (y al de ciertos autores) en un soporte educativo texto e imagen deben ofrecer lecturas complementarias e independientes a la vez. No por nada algunos autores han logrado piezas en las que, incluso, el rol de texto e ilustración se invierten en relación a la tradición, llegando a desarrollar piezas donde las ilustraciones se llevan el papel protagónico, haciéndose acompañar por textos explicativo que nada más ayudan a la comprensión de la información.

Ok, me emocioné. No es que la ilustración sea más importante que el texto ni tampoco es que lo sea a la inversa. Es sólo un llamado de atención para quienes hemos trabajado como ilustradores de piezas educativas y un recordatorio de que nuestro rol no debe limitarse a la simple interpretación de la idea ajena. El respeto por el oficio pasa también por reconocer que somos agentes de comunicación visual, con responsabilidades y obligaciones como tales y que, de no poseer la autoridad creativa en un proyecto determinado, siempre tendremos POR LO MENOS la oportunidad de opinar, y si sabemos como contribuir a los objetivos de un proyecto, la oportunidad se vuelve necesariamente una responsabilidad.

Cristian González Valdés
Ilustrador-Diseñador Gráfico
Universidad de Chile.

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